Red Gold

domingo, 10 de junio de 2012

~Capítulo II - Siluetas del camino~

Empecé a correr por la iglesia buscando cualquier vía de escape. Las pisadas cada vez se escuchaban más y más cerca y aún no había visionado al objetivo. Me volví a la habitación trasera y con el abrecartas en mano empecé a dar fuerte contra un cristal de una ventana pequeña. Era tan duro que pronto desistí. El ruido de las pisadas ya no se escuchaba, ¿se habría ido esa… cosa?

Salí otra vez al pasillo dando pasos hacia la puerta. No había eco. La luz de las velas de la lámpara que colgaba del techo habían sido interrumpidas de alguna forma para volver a reaparecer a los pocos segundos, como si una andanada de aire hubiera chocado contra el fuego. En un acto reflejo alcé la vista para observarlas y a lo alto, en el triforio, pude ver otra silueta más humanoide. El sonido de algo pesado cayendo a mis espaldas hizo que me girase con tremenda velocidad dando después varios saltos hacia atrás en un intento de esquivar lo que me había asustado. Una gigantesca estatua de piedra con una brutal forma grotesca estaba postrada enfrente mía y empezó a cobrar vida saltando hacia mí para… ¿aplastarme? En cosa de milisegundos intenté correr hacia la puerta. La silueta humana estaba sentada mirándome como si se divirtiera con el espectáculo y pronto la perdí de vista, la estatua se situó enfrente mía con un salto por encima llamando así toda mi atención. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué se hace en estos casos? Huir… hui hacia atrás corriendo, la estatua avanzaba a grandes zancadas destrozando los bancos y agrietando el suelo quedando a pocos centímetros de mi. Fue una decisión muy ahogada pero no podía hacer nada más, antes de que pudiera reaccionar di un paso seco hacia la derecha metiéndome así en una de las capillas que había por los laterales, me serviría como escudo de forma momentánea. La estatua no pudo seguir mi velocidad y tardó en darse cuenta de mi ubicación. La puerta estaba cerca pero seguía sin tener la llave y aun teniéndola no podría abrirla sin que me aplastara. Ésta empezó a chocar contra la pared intentando entrar donde yo estaba y al no poder hacerlo metió sus garras una a una para alcanzarme. Poco a poco la capilla se estaba derrumbando dejándome cada vez más expuesta, lo único que podía hacer era esquivar… En pocos minutos quedé completamente a la vista de la estatua que terminó por estirarse hacia arriba como si quisiera tirarse después en picado aplastando todo lo que quedaba, aplastándome a mí. Tenía que escapar y sólo veía una oportunidad, una gran oportunidad… ¡Si!, por fin me armé un plan. En cuanto la estatua arremetió contra el suelo me acerqué a ella y aprovechando su fijeza me colé entre sus patas resbalándome malamente por el suelo agrietado. Ella seguía igual de rígida ahí clavada. ¡Genial! No se había enterado si quiera de que había escapado. Me apresuré a la puerta sacando las llaves del bolsillo y encajando la primera… después la segunda…

-¡¡¡ JA JA JA !!!

Giré la vista. Varios bloques de piedra cayeron sobre la estatua dejándola atrapada al dar el golpe. Se podía escuchar una risa fuerte… venía del triforio. Ahora había una segunda silueta que se le acercaba más y más a la sentada. La primera, alta y con trajes elegantes, parecía un hombre; la segunda era todo un misterio pero conforme se le acercaba aplaudía mirándolo a él, y mirándome a mí y a la estatua. Se estaba riendo a carcajada viva y con un tono muy burlesco. La voz era femenina y estaba cubierta por capas y ropajes raros. Saqué la llave de la cerradura y me dediqué a observar.

-No me lo puedo creer…

El hombre se levantó y se asomó para vernos mejor.

-¡¡Termina el trabajo, Garla!!

Su tono serio y firme se me clavó en mis adentros dejándome confusa. La estatua comenzó a levantarse sacudiéndose los pedruscos y el polvo, girándose lentamente acabó por mirarme. Nunca pensé que pudiera pasar pero… ¿una estatua podía estar furiosa? Sin dudar arremetió contra mí. Jeje, ya me sé su punto débil… En el último momento me agaché dando un paso hacia adelante haciendo así que la estatua se empotrara contra el portón de madera destrozándolo y dejándome libre al fin.

-Tss, estatuas a mí… - dije aliviada y en parte victoriosa.

La estatua parecía estar KO así que con cuidado para que no se enterara pasé por encima y acabé por esconderme entre las sombras de los muros. Poco después de perder a las siluetas de vista pude escuchar algo.

-¡¡¡ JA JA JA JA !!! … ¿Qué creías qué hacías?

-Tss… Garla… ¡¡Desaparece de mi vista!!

-No sabes nada… vuelve a…

Una antorcha a lo lejos llamó mi atención y preferí perderme por las calles que escuchar la conversación, una gran concentración de personas se acercaba a paso ligero hacia la iglesia. Me apresuré en busca de la posada, ya era de noche y estaba cansada y con varias heridas por el cuerpo. Me obligué a no pensar en nada hasta estar a salvo.

En cuanto llegué a la posada pedí rápidamente una habitación, no había nadie en lo que era la parte de la taberna así que podía tranquilamente esperar y observar qué heridas tenía. Mis ropas estaban completamente sucias así que me quité la chaqueta y la sacudí. Al salir, el dueño dejó la llave y observó mis heridas.

-¡¿Qué te ha pasado, chiquilla?! Espera aquí un momento.

Supongo que fue a por algún kit de primeros auxilios, me sorprendería habiendo visto lo seco que es. Hice varios estiramientos para encontrar las partes doloridas. El tabernero pronto salió con su mujer y varias vendas. Me ayudaron ajustándome vendajes y dejándome medicinas para los rasguños, al final acabaron mirándome con dudas.

-La verdad es que… ni yo misma sé qué pasó.

La mujer muy gentilmente cogió mis ropas para lavarlas y así fue como terminé el día, o eso me gustaría decir. La puerta se abrió y poco después escuché como cristales romperse. Entré a mi cuarto y me metí en la cama, las imágenes me azotaban una y otra vez; parecía un sueño tan irreal, pero no, las heridas confirmaban que no lo era. ¿Y esas siluetas? Pensando en cómo serían terminé por caer de sueño…


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