Red Gold

miércoles, 27 de junio de 2012

~Capítulo III - La Noche Oscura~

Sentía una masa de calor agradable que me animaba a seguir durmiendo, al abrir los ojos los destellos de luz a través de la ventana terminaron por despertarme. La ventana estaba abierta y por ella entraba una suave brisa de aire que se agradecía bastante. No se si partir sería lo más indicado pero quedarme en este pueblo estaba visto que no. Bajé y desayuné, la mujer me sirvió un café temblando, era extraño. Dejó mis ropas en la barra y al terminar fui al baño a cambiarme. Al salir le di un puñado de monedas extras para pagarle por la gran hospitalidad y finalmente terminé por partir.

Estando frente a la puerta alguien la abrió por fuera y terminamos por chocar. Me llevé un pequeño golpe en el hombro que aunque ayer no se notase hoy me abrasaba en vida. No pude evitar un pequeño gruñido de dolor. Se trataba de una mujer que una vez dentro terminó por mirarme de reojo, a penas la pude ver antes de que se cerrara la puerta pero… me dejó bastante tensa. Diría que incluso se estaba riendo…

Hoy hacía menos frío, era raro. Camino hacia la salida pude ver en una esquina un quiosco así que antes de salir del pueblo me acerqué y compré el periódico del día. Los sucios caminos de hielo ahora eran tan solo finas capas de nieve que me limitaba a seguir con el mapa en la mano para no perderme. Un puente de dudoso aspecto obstaculizaba el paso y antes de intentar cruzar hice unas pruebas para ver si aguantaría mi peso. Era de tambaleo fácil, estaba suspendido en el aire agarrado por varias cuerdas. Di un paso, bien hasta aquí todo bien; segundo, tercero… siete pasos por delante el puente comenzó a temblar y sin saber cómo ni por qué una persona se agarró a mí y a las cuerdas con los brazos guardando el equilibrio.

-¡Hola! ¿Qué hay?

No sabía cómo reaccionar así que de un salto me liberé de él avanzando así otro tanto más.

-Tranquila, sólo quería ayudar…

-Si, por supuesto…

Era un chico joven, tal vez de mi edad. Estaba vestido con grandes forros de cuero cubiertos por pequeños parches que tapaban los rotos. Se acercó sigilosamente.

-Venga, te ayudaré.

Mientras avanzaba pude ver cómo bajo sus ropajes guardaba una pistola y un puñal, el brillo que desprendían con la luz me hizo dudar de si realmente sólo tenía esas o portaba aún más armas. No era de fiar, seguí caminando aceleradamente hasta llegar al final del puente. Él rápidamente pudo seguir mi paso y en cuestión de segundos se situó detrás.

-No necesitaba ayuda, ¿ves?

-Eres un poco borde ¿sabes?... Espero que encuentres lo que buscas sin necesitar ayuda…

-… Hasta otra… cazador.

Continué todo recto hasta llegar a lo que sería un grandioso edificio de lujosa arquitectura. No era el único, había varios repartidos por toda la zona. Una especie de lago con fuentes adornaba todo el territorio del Colegio y éste quedaba rodeado por un bosque bastante amplio. Apenas podía notarse una fina capa de nieve cubriendo las superficies y adornando en cierta forma el panorama.

Para acceder al Colegio tuve que pasar por una verja protegida por un guardia de seguridad, al enseñarle la carta no tuvo más remedio que abrirme. Entré al primero de los edificios, curiosamente el más grande. Desde la entrada y por toda la estancia podía escucharse una pieza de piano, música clásica tal vez. Siguiendo las indicaciones acabé llegando a lo que sería el Despacho del Director y di dos toques en la puerta pidiendo permiso para entrar.

-Adelante.

Entré lentamente y me senté en la silla del despacho. El hombre que estaba allí clavó su mirada en mí. Vestía traje negro, con una corbata roja y el pelo corto y engominado… parecía un poco estirado y sobre unos treinta de edad.

-Usted dirá.

-Hace unos días recibí una carta de invitación al Colegio…

Cogí la carta y se la pasé. Con cuidado abrió el sobre y leyó lo que ponía, no tardo mucho en cerrarla y tocar una campanilla que había en la mesa. A los pocos segundos entró en escena un chico de mi edad, vestía un uniforme negro y tenía el pelo corto de color castaño claro y revuelto. Llevaba un collar muy… peculiar, quizá fuera para distinguirlo de otros alumnos.

-¿Me llamaba?

-Si, verás, aquí tenemos a la señorita Alire Damar. Ha venido como alumna nueva al Colegio y desea incorporarse inmediatamente, ¿podrías hacer el favor de acompañarla y enseñarle los aposentos?

-Si, director.

-Y, perdona por ir directo. Yo seré de ahora en adelante tu Director, mi nombre es Robert Duke. Cualquier duda que tengas no dudes en venir.

-Gracias. Encantada igualmente.

El chico joven abrió la puerta y salió esperándome afuera. Hizo un gesto para que lo siguiera y paramos en lo que eran los dormitorios, situados en otro edificio. Todo transcurría en silencio. Abrió la puerta y ambos entramos.

-Bien pues, ésta será tu nueva habitación. Tienes la ropa autorizada en los armarios, te daré la llave, tendrás que llevarla siempre encima.

Su frialdad hablando me dejó descolocada pero… necesitaba tener a alguien conocido de mi lado. Mis intenciones en el Colegio eran claras: averiguar quién mandó la Carta y por qué, qué relación tendría todo esto que ver conmigo…

-… ¿Qué nombre tienes?

-Pensé que no eras de presentaciones, jaja. Mi nombre es Nico, soy el representante de los alumnos y estoy autorizado por la dirección para cumplir otras funciones, como ésta.

-Es bueno saberlo, y más aún el poder contar con alguien. Siendo nueva…

-Ya imaginaba. No te preocupes, te adaptarás rápido.

Me senté en la cama para descansar y reposar el maletín en el suelo. Por su parte, Nico se sentó en otra cama que había enfrente.

-¿Y esa cama? ¿Es habitación doble?

-Si pero… ahora mismo la otra persona de la habitación no está muy… amigable. Digamos que prefiere irse a la residencia de pago que permanecer aquí. Casi es mejor, es una persona muy… difícil.

Pasaron varios minutos en silencio, no me acababa de hacer aún a la idea pero… tenía que permanecer aquí.

-Bien, por otra parte te informaré: las clases pueden ser de varios turnos pero el que se te ha asignado las reparte entre la mañana y la tarde, dejando días de descanso y alternos. Es un horario muy flexible aunque no lo parezca.

-Está bien, no pasa nada. Todo es cuestión de rutina.

-Estarás cansada… te dejaré descansar por hoy. Mañana tienes que ir de tarde. Si tienes dudas sobre la localización puedes preguntar en secretaría, está frente a la puerta de salida. Probablemente coincidamos allí. ¡Adiós!

Nico salió por la puerta cerrándola. Por mi parte y dejando ya el maletín a un lado de la cama, busqué de entre la ropa algún pijama que me sirviera. Encontré uno negro y bastante abrigado. Después de ponérmelo, me deje caer sobre la cama esperando descansar, la noche había llegado drenando mi fuerza y no tardé mucho en caer dormida.



El sueño rápidamente se apoderó de mí pero no tardé mucho en despertarme. Una suave brisa de aire frío corría por mi cuarto dejándome helada. Podía escuchar las pisadas y el caminar de una persona justo por el pasillo. Salí de la habitación sin hacer ruido y al cerrar la puerta noté que el pomo estaba húmedo. La luz de la Luna era la única que iluminaba entonces el lugar, por el sonido parecía que estaba lloviendo. El ruido de las pisadas se alejaba y decidí ir tras él y ver qué pasaba.
Acabé llegando a una especie de recibidor, una habitación grande de dos pisos accesibles por unas escaleras que había a cada lado. Las pisadas dejaron de escucharse y con la luz de un trueno pude ver en el piso de arriba a una chica de unos pocos años más que yo. Las sombras le oscurecieron la cara haciendo que no pudiera verla bien. Llevaba un vestido negro elegante que me hacía dudar de si la chica era gótica; de pelo negro, suelto y largo, tenía los brazos apoyados en la barandilla. Como último detalle puedo decir que… tenía las manos manchadas de gran cantidad de sangre y… me estaba mirando a mí.



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