Red Gold

viernes, 29 de junio de 2012

~Capítulo IV - Amistades Peligrosas ~

¿Qué está pasando? ¿Por qué tiene tanta sangre en las manos y… y por qué la tengo yo? No… no entiendo… nada… absolutamente nada…

Un trueno desgarrador me sacó de mis pensamientos para llevarme a la escena, al recibidor. Gracias a los leves relampagueos que sucedían cada pocos minutos podía intuir dónde estaba ella. Seguía allí arriba, quieta, mirándome o eso me parecía a mí.

-Deberías irte, chica.

Si… me estaba viendo perfectamente. Su voz dejaba ver cierto tono altanero contra mí.

-¿No me oyes?

-… ¡¿Qué?!...

Noté que me temblaba la voz pero aun así quise mantener mi posición.

-¿Quién eres?

-Te lo diré una vez más… márchate del Colegio… te arrepentirás, créeme.

-¿Eso es una amenaza?

-…

Un nuevo trueno irrumpió en la escena, fue tan sorpresivo que por acto reflejo me giré hacia la ventana. Tan pronto como pude y aprovechando la nueva luz me volví paraa ver a la mujer que ahora empezaba a moverse. No sé cómo ni por qué pero en cosa de milisegundos bajó por las escaleras como un rayo hasta posicionarse frente a mí. ¡¡Joder!!… no me dio tiempo de escapar, no podía girarme y mucho menos dar marcha atrás, me encontraba contra la pared. Ella se me acercó y sujetándome la cara terminó por susurrarme al oído con tono triste:

-Vete de aquí Alire… Tienes demasiados frentes abiertos…

-Qu..

Unas pisadas fuertes se acercaban hacia nosotras, ambas nos giramos. Parecía Nico, venía corriendo a zancadas con un farol en la mano y totalmente empapado.

-¡¿Quién esta allí?!

En lo poco que tardó en iluminar la estancia con el farol la mujer desapareció sin dejar rastro, tan sólo dejó la sangre que tenía en las manos, aquella con la que me manchó la cara… Me desplomé cansada en el suelo.

-¿A-Alire?

-Nico… no pensé verte aquí.

-¿Qué ha pasado?

La palabra resonaba en mi cabeza, “Alire”. ¿Realmente ella me conocía? Aún nadie sabía que estaba allí, sólo Nico y el director. Quizá… las siluetas… todo era muy confuso.

-Vamos, ya me contarás por el camino.

-Si…

A Nico no podía involucrarlo o por lo menos no ahora. Esto tenía que quedarse aquí. Ambos nos dirigimos hacia mi cuarto. El pomo de la puerta estaba manchado de sangre… No dude en girarlo y abrirla así.

-¿Y esto?

-Esto… me corté al salir de la habitación, parece mucha pero no es nada.

-Vaya, ¿y la herida?

-Ahora la limpio.

Tenía la cara manchada de sangre. Rápidamente busqué el baño interior del cuarto para ocultarme de él y ya de paso lavarme.

-Deberías de tener vendas en el armario.

Mientras él esperaba fuera me lavé la cara y las manos. Cogí las vendas y antes de que entrara me cubrí la mano derecha.

-Ya está. Por cierto, ¿cómo es que andas dando vueltas por la noche?

-Escuché varios disparos por los exteriores, cuando llegué al lugar vi la verja abierta y al guardia dormido y supuse que alguien se había colado. Pero parece que al final sólo fue un susto, la verja volvió a cerrarse y por lo que veo todo está en orden. Te dejo descansar, mañana nos veremos.

-Si aunque… ¡te vas a dormir en clase!

-Mira quién habla. Bueno, hasta mañana, ya hablaremos.

Nico terminó saliendo de la habitación lavando el pomo y cerrando así la puerta. Me acosté en la cama volviendo a sentir esa sensación de frío pero esta vez me obligué a centrarme en el día de mañana.



Pocas horas más tarde me desperté. Me puse la ropa y haciendo tiempo cogí el periódico. Me sorprendí bastante al ver que las esquelas ocupaban bastantes páginas más de lo normal. El periódico al igual que en los demás continentes recogía artículos de opinión de varios ilustres escritores de prestigiosa fama. Entre ellos estaban los nombres de [Leo Dest., Jota Freix, Isthaar, Dave D. y varios más]. Sus artículos eran una de las pocas cosas que me gustaba conservar como recuerdo de mi estancia cuando… pasó… eso.

Una vez preparada me levanté y salí al exterior. Ahora debía de haber poca gente, en los exteriores se podían contar las personas con la mano. Me acerqué a una de las “máquinas” que había cerca y eché una moneda. La máquina se atascó dejándome sin desayuno.

-Genial…

Un grupo de jóvenes me miraba desafiantes, como riéndose de mi. Andando me aparté de la escena y entré en el edificio principal en busca del director. Cuando llegué me dispuse a tocar como la primera vez pero ya se encontraba reunido. Casi sin quererlo me quedé escuchando la conversación esperando a que terminaran tras la puerta.

-…será puntual.

-Eso espero. De lo contrario deberé cambiar la prestación de los servicios.

-Mañana saldrá el primer cargamento.

-Está bien, espero no volver a tener esos… inconvenientes, director Duke. No querrá saber los contratiempos ¿verdad?

-Aquí tiene la primera parte.

-¿Primera? Ese no era el acuerdo.

-Por los… contratiempos.

Una sombra me agarró por detrás tirándome contra la pared y agarrándome del cuello y el hombro.

-Aghhh… Su-élta-me…

Abrió los puños dejándome caer sobre uno de los sillones que había fuera.

-¡¿Qué se supone que estás haciendo?!

-Eres un poco brusco ¿lo sabías?

La mirada de Nico era bastante tenebrosa, podría decir que incluso parecía la de un asesino. La puerta se abrió y de ella salieron dos personajes, el director y un joven de unos veinti-muchos. Tenía apariencia de noble y vestía traje con capa. Pocas veces había visto yo a alguien así. Tenía una perilla disimulada y su pelo estaba peinado hacia atrás dándole pintas de galán.

El noble tras vernos intercambió varias miradas con el director, como queriéndole decir algo. Después se acercó a nosotros y tomándome la mano me saludó como solo los nobles sabían; tras esto se aproximó a Nico y lo saludó de una forma más amistosa.

-Esta es Alire. Llegó nueva al Colegio hace relativamente poco.

-¿Alire? … Está bien ver cómo el Colegio va renovando vida… Oh, qué descortés por mi parte perdonadme. Mi nombre es Reig Hawk. Espero sinceramente poder volver a cruzarnos otro día. Si me disculpáis, debo partir enseguida, la agenda no disculpa a nadie.

Tanto Hawk como el director se aproximaron a la puerta hasta finalmente salir del edificio y el recinto. Nico se sentó en uno de los sillones aliviado por evadir de alguna forma lo que podría haber sido un conflicto.

-Y bien, ¿qué buscabas?

-Ah pues… la máquina de la entrada por lo que se ve no acepta monedas ajenas. Venía a preguntar si podrían canjeármelas por las de aquí, sé que son pocas pero algo necesitaré.

-Está bien. Espera aquí.

Entró al despacho del director para salir con un pequeño saco de monedas.

-Te dejaré esto como adelanto pero a cambio… no vuelvas a escuchar conversaciones privadas por favor. Discúlpame por las formas de antes pero… es mejor que las personas ajenas no reciban informaciones equivocadas.

-Ciertamente entiendo lo que dices. No sé qué me hizo escuchar,no volverá a pasar.

Nico parecía un poco nervioso o decaído, no sabía bien por qué pero si el pillarnos tras la puerta le fue una gran molestia tenía pensado recompensarle cuando terminará mi objetivo, no se cómo. Le miré regalándole una sonrisa optimista y diciéndole:

-Nico… no te preocupes. Apenas nos conocemos y ya te estoy metiendo en líos pero ten por seguro que tarde o temprano te devolveré los favores.

Él me miró en parte aliviado, en parte algo más calmado. Lo hecho estaba hecho. Por otra parte, yo mantenía en mi mente la idea de que Nico no me preguntaba el por qué andaba sola por la noche... algo habría que no le interesara, no debería tener a Nico tan cerca siempre.

Minutos más tarde y dejando a Nico en el despacho, caminé hacia la máquina donde me dispuse a sacar bastantes más alimentos que un simple desayuno. Sería como mi reserva para el Colegio. Fue entonces cuando vi a una chica nueva atravesando la verja de la entrada al recinto.

La chica portaba una carta como la que yo llevaba ayer. El director estaba preparado para recibirla aunque algo ocupado, dedicaba más tiempo mirando la agenda que viendo siquiera los alrededores; era fácil suponer que alguien lo habría alertado de su llegada. Desde la máquina no podía observarla del todo bien pero había algo que me era familiar, sus ropajes estaban en gran parte ocultos bajo grandes capas que quedaban entre un color blanquezino raro, probablemente veis. Me acerqué sigilosamente lo suficiente para poder fijarme, para una persona normal sería difícil de ver pero sujetaba una especie de medallón grande en la mano. Podía intuir el dibujo que éste tendría y… era exactamente igual que el símbolo del reloj de cuerda que yo conservaba de… aquella noche.

El reloj… cada vez que pensaba en él notaba una tensa angustia y desesperación que me terminaba por sumergir en la depresión. El ruido de las manecillas era suficiente para enloquecerme de forma descontrolada y a martillazos; por alguna extraña razón podía recordar algo de él: en algún momento yo lo recogí del suelo cuando a alguien se le calló.

Me había obligado a mí misma a llevar siempre conmigo este aparato, de alguna forma servía de conexión con lo que yo tanto anhelaba… y era capaz de enfriarme la mente por completo.

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